“Yo soy muy perfeccionista. Es más, odio la mediocridad. Siempre busco la excelencia. Muy bien, le digo. Y eso, ¿tu equipo cómo lo vive? Pues creo que mal. Porque claro, soy excesivamente controlador y muchas veces no les dejo hacer a su manera. Básicamente porque creo que lo van a hacer mal.”
Esta conversación no es la primera vez que la tengo, para ser franca. Es bastante frecuente. La búsqueda de excelencia y perfección tiene grandes beneficios y también provoca daños colaterales. Puede ser a nivel de CEO o de manager o técnico.
El perfeccionismo es una bendición y una maldición.
Es una bendición si no se lleva al extremo. Como casi todo en la vida. En el momento que te pasas de vueltas ya se convierte en una debilidad.
Los “excelentistas” se rodean de gente tan “excelentista” como ellos. Que son 4, en su opinión.
La clave al final está en buscar el equilibrio. Cuando sientes que te va a salir la bestia, el Jack Nicholson de la película “Mejor imposible” que llevas dentro, da un paso atrás y deja hacer a tu equipo, a tus hijos, a tu pareja. Déjales tranquilos. No merodees, no llames, no controles.
Las personas perfeccionistas tienen miedo a que el mundo los vea como realmente son y no estar a la altura. No ser suficientemente inteligentes, listos, preparados, astutos, etc. Por eso buscan hacer todo perfecto, trabajar lo que haga falta y sin errores para llegar a un resultado excelente y así demostrar al mundo lo que valen y obtener reconocimiento por ello.
El trabajo les define. Cometer errores o que su equipo cometa errores es una debilidad, es de mediocres. Ellos quieren ser los mejores, demostrar que son los mejores y obtener reconocimiento por ello.
La educación que has recibido tiene mucho que ver con que tu seas perfeccionista ahora. El nivel de exigencia de tus padres, de tus profesores. Cuando te decían que un bien o un notable no era suficiente, tenías que ir a por el 10 o nada. Tenías que ser el mejor. Nadie se acuerda de los segundos. El objetivo siempre es ganar. Ser el primero. Si no ganas eres un perdedor. Si no ganas te van a ver como que no vales.
¿Cómo dejar de ser tan controlador? ¿Cómo relajar tu perfeccionismo?
3 consejos.
1.¿Primero pregúntate qué está en juego si no lo haces, si no dejas de ser controlador?
2. Busca el beneficio para ti y para otros. Si hay un cambio de comportamiento. ¿Qué mejorará? ¿Qué será diferente?
3. Utiliza el 80-20. Controla el 20% del trabajo que puede tener un impacto mayor si hay algún fallo. Y el 80% restante empléalo en empoderar al equipo, en dar instrucciones concretas, en darles feedback y reconocimiento. En estar disponible en caso de que necesiten ayuda. Aumentará la confianza y el compromiso del equipo y los resultados mejorarán.
Y recuerda,
Crea tu buena suerte con confianza, coraje y constancia.
Un fuerte abrazo,
Marta