Mi hija ha tenido un accidente.

Me acaba de llamar Gonzalo, el director del Club deportivo del colegio. Están en el Centro de Salud.

¿Qué ha pasado? Pregunta María.

Cecilia bajaba esquiando, a toda pastilla, por una pista roja y se ha encontrado inesperadamente con un pequeño montículo de nieve, que la ha frenado de golpe. Se le han puesto los esquís en el cogote con el consecuente impacto en sus cervicales.

Parece que no es nada. Solo el golpe. 

¿Y no estás preocupada? ¿de los nervios?

La verdad es que no. Vamos a ver qué tal pasa la noche y si puede esquiar mañana. Además, he hablado con ella y estaba súper feliz.

Jo, yo estaría como una moto, subiéndome por las paredes. 

¿Por qué me voy a preocupar más, si no puedo hacer nada?, pensé.

 

Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones: la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública, las guerras… Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o emocional, creando un “círculo de preocupación”.

 

Yo podía haber dejado mi mente volar e imaginarme lo peor. Pero decidí que no. Estaba a 800 km de distancia y no quería dar carnaza a esa parte de mi cerebro. Tenía claro que no quería estar en el círculo de preocupación a no ser que los datos me dijeran otra cosa.

 

Cuando revisamos las cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación resulta evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real y, con respecto a otras, podemos hacer algo.

 

Podemos identificar las preocupaciones de este último grupo circunscribiéndolas dentro de un “círculo de influencia” más pequeño.

 

Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. 

 

Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia.

 

Un modo de determinar cuál es nuestro círculo de preocupación consiste en distinguir los “tener” y los “ser”. El círculo de preocupación está lleno de “tener”: “Estaré contento cuando tenga casa propia”; “Si tuviera un jefe que no fuera tan dictador…”; “Si tuviera una esposa más paciente…”; “Si tuviera un hijo más obediente…”.

 

El círculo de influencia está lleno de “ser”: puedo ser más paciente, puedo ser sensato, puedo ser cariñoso. El foco está en el carácter.

 

Siempre que pensemos que el problema está “ahí fuera”, este pensamiento es el problema, porque otorgamos a algo que está fuera el poder de controlarnos. El paradigma del cambio es entonces de fuera hacia dentro: lo que está fuera tiene que cambiar antes de que cambiemos nosotros.

 

El enfoque proactivo consiste en cambiar de dentro hacia fuera. El enfoque proactivo propone ser distinto, y de esta manera provocar un cambio positivo en lo que está fuera: puedo ser más ingenioso, más diligente, más creativo, más cooperativo.

 

¿Qué tema te preocupa y no dependen de ti? ¿Cuantas cosas has situado en el círculo de preocupación que deberías eliminar porque drenan tu energía?

Dime solo una cosa que vas a eliminar del círculo de preocupación, a partir de ya y qué impacto va a tener esa decisión en tu vida.

Y recuerda,

Crea tu buena suerte con confianza, coraje y constancia. Y haz que suceda.

Si necesitas ayuda, contacta conmigo en hola@talentjuice.net

Un abrazo,

Marta

 

 

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